27/10/07

En el País de las Maravillas...

Como Alicia, caí en la madriguera y a partir de ahí todo fue magia.

Alicia pasó de ser dulce a ser apasionada y con su lengua, tan pronto hubo cerrado la puerta de su apartamento tras de sí, recorrió mi boca, recorrió mis labios y con sus labios, sin apenas tocarme... recorrió mi cara. Me hizo sentir un escalofrío que me erizó el vello de todo el cuerpo.

Alicia se me antojaba bellísima y allí, en su casa, decorada con tanta exquisitez y buen gusto como sencillez, como la esencia misma de la personalidad que dejaba translucir, me abandoné a mis sentidos, a mis deseos, abandoné mis prejuicios, mis miedos y me olvidé del mundo.

Su boca era muy húmeda y con su humedad llenó la mía que, traicionada por la emoción se había desertizado. Sus ojos profundamente verdes me miraban un segundo, clavándose en los míos, y se cerraban al instante siguiente cuando sus manos pasaban, la una de mis hombros a mi cintura y la otra a recorrer y enredarse por mis cabellos largos, rizados y castaños, ligeramente cobrizos.

Estaba perdida, estaba en sus manos, definitivamente abandonada a su deseo y me dejé llevar, sin pensarlo más. Esa noche volví a ser virgen, olvidé cualquier emoción que cualquiera de los hombres que me han disfrutado y a los que he disfrutado me hubieran proporcionado jamás. Sabemos que las comparaciones son odiosas, un tópico tan manido como cualquier otro pero allí no había espacio para la comparación. Cada una de esas emociones era nueva y me provocaba un calambrazo que me sacudía el alma.

Comenzó a desnudarme, me subió la camiseta y me la quitó y sus labios que antes me besaban, que tanteaban mis labios, que paseaban por mi rostro sin rozarlo pero haciéndome sentir su calor, aquellos labios suaves y rosados, naturales y carnosos, sin apenas respirar recorrían mi suave y blanca piel. Es cierto, me tenía hechizada, con aquella pócima que quizá hubiera vertido en mi bebida me tenía a sus pies, con el brillo esmeralda de sus ojos doblegaba mi voluntad... y parecía, al tiempo, tan frágil que yo, que siempre tuve cierta predisposición a tomar las riendas de mi vida me convertí en un ser sumiso, entregado, visceral y dispuesto a acatar su voluntad durante el tiempo que pasara en aquel apartamento.

Las paredes de todo el apartamento eran blancas, apenas había cuadros y los que había eran carteles de cine en blanco y negro, o en colores neutros que rompían delicadamente la blancura que la rodeaba. Alicia era una mitómana. Adoraba a Audrey y a Marilyn y a Bogart y a tantos y tantos ídolos de los años glamourosos del cine.

No había puertas entre habitaciones y el apartamento no era muy grande pero la entrada del dormitorio era un arco perfecto en la pared. En el medio del salón un sofá de piel negro y la ausencia total de televisión pero no de un proyector y una pantalla blanca en la pared.

Todo aquello lo pude admirar al final, después de tantos besos y caricias, abrazos, después de tanto explorar nuestros sentidos, de recorrernos con los ojos los senderos que después recorreríamos con las lenguas, de vendarnos los ojos mutuamente con pañuelos de seda para recorrernos a ciegas, viendonos con las yemas de los dedos, de notar el sabor salado de nuestra piel y enredarnos en un amasijo de brazos y piernas que se retuercen...

Después de todo aquello no hubo un adiós princesa, después se sucedieron noches de abandonarnos, de abandonar el mundo y entregarnos a nuestras pasiones.

Aquella noche, su pasión desmedida me desnudó sin pausa, con ansiedad, sus dientes pellizcaban mi carne y sus uñas hacían dibujitos en la cara interna de mis muslos que temporalmente palidecían para volver a su color en unos segundos, su lengua iba jugando sin orden, imagino que con el único propósito de despistar, acercándose para, en un instante, alejarse de nuevo.

Me entregué con tal deseo que en sus manos era arcilla, me moldeaba y me giraba y jugaba a su antojo conmigo y me sentía como aquellas muñecas a las que, de niñas, nos entreteníamos poniéndo y quitando sus vestiditos....

De nada serviría relataros cualquier emoción que me procurara pero sé que ella fue dichosa también por tenerme entre sus brazos, ... entre sus piernas, entre sus pies... en todas las posturas posibles porque a aquella noche le sucedió otra y otra más y siempre un mensaje suyo en mi teléfono encendía la llama que no me permitía, a pesar de cualquier esfuerzo por mi parte, ignorarla, evitarla, no desearla...

Continuará...

3 comentarios:

Un travieso curioso dijo...

Siguiendo tus pistas te he encontrado, te enlazo a mi blog si no te importa...

Besos traviesos.

Pd, espero ansioso la continuación

Ariadna enredando dijo...

He visto tu blog y parece muy interesante aunque no puedo entretenerme demasiado en él ahora mismo pero ningún problema en que me enlaces.

Puedes darme alguna pista de quién eres?

Un saludo,

Ari

Unknown dijo...

Ahora que ya he cogido el hilo no voy a soltarlo tan fácilmente. Me gusta seguirlo y al menos lo intentaré sin perderme.
Sigue escribiendo.
Relámpago.

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