30/7/09

CAMINAR POR UNA DUNA...

Me siento ante mi mesa, delante de mi portátil, a leer las respuestas y comentarios que me han dejado en la página de la que hablaba hace unos días, me divierten, me halagan, me entretienen y me dan nuevas ideas.

Leo el cuento que me trajo un nuevo amigo hace unos dias, me ha enganchado, hace un rato estaba tranquilamente en una terraza, con una cervecita fría, leyendo y he de confesar que por momentos me excitaba y ahora, sin darme cuenta, mi pulgar izquierdo está rozando distraídamente mi pezón y lo noto duro, hinchado, arrogante. Siento el palpitar de mi corazón, suave, tranquilo, la ansiedad ha desaparecido, me siento relajada, me siento yo y sueño con esos días que me esperan, aunque sean pocos, en una playa de arena blanca. Me han dicho que tiene varios kilómetros e incluso las famosas dunas canarias y algún arbol bajo el que quizá pueda poner mi toalla o incluso prescindir de ella, y tumbarme a descansar... al fin.... no veo la hora y mi pezón ya resalta visible y rotundo bajo la tela fina de la camisa negra de algodón que uso para estar en mi casa, suspendida por finos tirantes sobre mis hombros, resbalando sobre mis pechos y cayendo como una caricia tibia sobre todas y cada una de mis curvas que ya no lo son tanto hasta mostrar apenas las rodillas.

Hacía días que no me sentía tan relajada, la semana pasada estaba feliz, eufórica casi aunque a la expectativa, ansiosa, desconfiada, pero hoy no, hoy de pronto abrí los ojos, lo ví claro, me ví a mí misma sufriendo una noche tras otra hasta que llegara un momento como éste.

Separo las piernas, el calor en esta habitación es insoportable, por suerte la habitación es grande y no agobia y la ventana va casi de pared a pared.

Tengo el pelo húmedo, he llegado a casa con esa necesidad imperiosa que nos entra a veces por dejar que el agua arrastre todo lo que nos sobra y a mi me sobraba sudor, me sobraba rabia y me sobraba dolor que ya no cumple ninguna función y es mejor dejar que se vaya por el desagüe.

Me he dedicado la tarde con toda la parsimonia del mundo, es uno de esos días raros, como la canción, en los que no tenía ganas de hablar con nadie, uno de esos días raros en los que me apetecía estar a solas conmigo misma, leer, dejar que mi cuerpo hable por mí, dejar que las ideas fluyan y la sonrisa aflore, mimarme, mimar mi cara, mimar mi pelo, mimar mi cuerpo, mimar mis pies y, mimar al fin mi autoestima.

Han sido cuatro meses y medio, justos. Dos y medio perfectos, irrepetibles, maravillosos en los que no lograba borrar la sonrisa de mi cara. Mis amigos me decían que estaba más guapa, que me brillaban los ojos y la piel, dos meses y medio de mimos, de caricias, de dulzura ininterrumpida, de sexo salvaje ahora y tierno diez minutos más tarde...

... después la perdición, las lágrimas, el sufrimiento, el no entender nada, la justificación absurda de las circunstancias... y finalmente el regreso para comprobar los fragmentos maltrechos que quedaban, las ruinas, la desolación, el intentar mantener unidos los restos irregulares de este jarrón con el que pretendí retener aquellos días pero sabes que cuando consigues que uno se sujete se te caen otros tres... y descubres que ya no hay nada que salvar, no valen las excusas, la tristeza vuelve y lo sientes, lo sabes, es el momento de huir, ahora o nunca. Si te quedas este círculo vicioso y agónico no acabará nunca. Esos días siempre estarán ahí y son ya parte del pasado, un pasado que guardar en un baúl y al que acudir quizá de cuando en cuando.

No siento dolor ya, en algún remoto lugar de mi cabeza, entre millones de sinapsis neuronales por segundo sé que ya no hay piezas que encajar, ya no hay puzzle por terminar. Habrá más puzzles para ambos pero éste ya no es el mío y lo único que siento ahora, curiosamente, sin explicármelo, sin necesidad de entenderlo... es la excitación, el cosquilleo entre las piernas, la caricia en la nuca, la lengua en la aureola, el aliento en la comisura de los labios...

Esta historia ha sido como un paseo por una duna, o al menos se me antoja así porque jamás caminé por una... primero la extensión de arena ante tí, el espejismo, después la arena que se alza y no te deja ver más allá... , te ciega, te azota la cara, finalmente, una vez superada, te encuentras la extensión de mar plácido del otro lado... he leído que las dunas emiten un sonido, que en el silencio del desierto se puede escuchar... estoy expectante por ver lo que mi futuro me depara detrás de cada duna.

Fue hermoso, fue duro, fue cruel, y al final, simplemente... ya no es.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola, Ariadna. Nunca nada empieza ni nada se acaba. No quiero filosofar, pero es así. La siguiente historía se nutrirá de la experiencia de la anterior y la anterior existió porque antes algo la preparó. Nuestras vidas fluyen, son como un río, parece el mismo pero no lo es. Nunca hay que parar. Tú, que parece que has vuelto de un viaje muy largo, ahora, aunque estás cansada, sabes que volverás a saltar y por eso te acaricias, por eso tu piel se eriza al contacto de tu dedo, porque todo continúa. Por eso no hay que borrar, si acaso limar las asperezas, suavizar las aristas, pero mantener el recuerdo de las risas, los sueños y, por qué no, las lágrimas, que resbalaron alguna vez por nuestras mejillas y recogimos para que no se perdieran con la punta de la lengua cuando, furtívamente, pretendían saltar la comisura de tu labio. Descansa un poco, sólo un poco, y mañana rueda por esas dunas con las que ya sueñas.

Anónimo dijo...

... ¿te asusta la barba?

enséñame más de ti.


miau


historiasdeotrosyo

caliente caliente


y te contaré más cosas

Ariadna enredando dijo...

Asustarme??? En realidad no, es una manera de ocultarse como otra cualquiera :D

Ya vas viendo otros fragmentos... poco a poco... no nos indigestemos.

Ariadna enredando dijo...

En cualquier caso es algo tan sencillo como entrar en mi perfil y enviarme un correo... veo que te gustan los juegos gatito...

Ariadna enredando dijo...

Gera, tu comentario me recuerda a una peli que ví hace bastante poco, Siddharta, en la que hablaban precisamente de ésto y había una frase que repetía varias veces en lo que entiendo, terminaba convirtiéndose en la síntesís: "Todo cambia, todo regresa" como el río, parece siempre el mismo, pero no lo es, se mueve contínuamente, fluye, nunca es el mismo agua la que corre por su cauce y sin embargo, lo observamos y nos parece inmutable, símplemente el movimiento del agua que avanza siempre aunque pueda parecer estancada algunas veces en sus orillas, pero sigue su curso para terminar, inexorablemente, muriendo o si preferimos decirlo de una manera más amable, fusionándose con el mar.

A veces nos sentimos estancados o al menos hablo por mí pero en realidad todo cambia a nuestro alrededor permanentemente y toca adaptarse a los cambios, reciclarse con ellos y continuar.

Un beso.

Unknown dijo...

me gustan los juegos, a ti también, pero hay que masticar bien, sin prisa.

P dijo...

La vida es esto. Prestémosle atención a los
detalles. Al calorcito humeante del pis, a sacar la basura, a viajar apretados
en colectivo. Si no disfrutamos eso, ¿qué nos queda?

Ariadna enredando dijo...

Koen,

He visto de refilón tu blog y, como además son las 7 de la mañana no me he detenido mucho en él pero pareces tener un mínimo de cultura, quizá incluso más que yo.

Por favor, ahórrate los comentarios soeces... en mi rincón por mucho que pudiera parecerte lo contrario, sobran.

Gracias por leerme.

Tio_Luiso dijo...

Somos el producto de las vivencias que hemos tenido. Las felices, las tristes. Todas las acabamos metiendo en la mochila. Todas acaban modelándonos como si fuéramos arcilla.

Y no, no se trata de dar gracias por las vivencias malas. Se trata de sacar algo bueno de ellas, meterlas en la mochila, pasar página y seguir viviendo.

Un abrazo, Ari

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